El Azar y el Destino
"Asedio de Troya" de John Lydgate, s. XV
Todo lo que se manifiesta (incluido el propio Ser y la Creación que de él emana) está ya virtualmente
contenido en su Principio metafísico y coexiste simultáneamente con
él. Es solo mediante el desarrollo del proceso cíclico que las cosas y los
seres aparecen secuenciados en el tiempo y el espacio, manifestando así todas
sus posibilidades existenciales, si bien el vínculo con ese Principio perdura
siempre, como no puede ser de otro modo, pues de lo contrario nada existiría.[1]
Con los acontecimientos históricos ocurre lo mismo: estos no están aislados de su origen o causa primera, si bien en ellos
muchas veces hay un componente de “azar” inevitable, pues en vez de unos hechos
determinados pueden ocurrir otros. Esto último lo refleja perfectamente bien la "rueda de la Fortuna", que es un símbolo del acontecer de la vida, caracterizada por sus "claroscuros", y en donde lo único permanente es el cambio, como se decía en la antigua tradición china.
Sin embargo,
lo interesante es advertir que todo concurre a la realización del plan que el Gran Arquitecto tiene asignado para nuestro mundo, gobernado por su Providencia, que es también el instrumento para llevarlo a cabo, y al que estamos convocados todos los seres, que tarde o temprano encontraremos en ella, en la Providencia, el cumplimiento de nuestro propio destino. Si la Providencia es un instrumento de Dios para el gobierno del Universo, el Destino es a su vez el instrumento de la Providencia, y en este caso los hechos derivados del girar de la "rueda de la Fortuna", finalmente “colaborarán” también en dicha realización.
Consideradas así las cosas, el propio azar, la "casualidad", también teje con sus mimbres nuestro destino individual, e igual sucede cuando se trata del Destino del Universo, donde el nuestro está incluido.[2] Desde esta misma concepción metafísica, incluso el azar tiene una “causa” que
entra dentro de los designios de la Providencia.
Lo que queremos decir es que aquello que percibimos como azar es tan sólo una posibilidad de manifestación que puede darse en cualquier momento, y por tanto está fuera de los “planes” predeterminados por la lógica humana. Hay que atender a las fuerzas invisibles que se “ocultan” detrás de los hechos históricos “visibles” (ya sean estos o aquellos), fuerzas que manifiestan las tendencias profundas de la época determinada, y que constituyen, como se dice en la tradición árabe, los “pensamientos secretos del destino”. Como afirma a este respecto el filósofo de la historia Jacobo Benigno Bossuet (1627-1704) en su obra Discurso sobre la Historia Universal:
Lo que queremos decir es que aquello que percibimos como azar es tan sólo una posibilidad de manifestación que puede darse en cualquier momento, y por tanto está fuera de los “planes” predeterminados por la lógica humana. Hay que atender a las fuerzas invisibles que se “ocultan” detrás de los hechos históricos “visibles” (ya sean estos o aquellos), fuerzas que manifiestan las tendencias profundas de la época determinada, y que constituyen, como se dice en la tradición árabe, los “pensamientos secretos del destino”. Como afirma a este respecto el filósofo de la historia Jacobo Benigno Bossuet (1627-1704) en su obra Discurso sobre la Historia Universal:
Así
es como Dios reina sobre todos los pueblos. No hablemos de azar ni de fortuna,
o si usamos de estas palabras, usemos de ellas solamente como de nombres de que
nos servimos para explicar lo que ignoramos. Lo que es un azar, con respecto a
nuestras resoluciones es un designio meditado en un consejo más alto, es decir,
en aquel consejo eterno que encierra en sí todas las causas y todos los efectos
en un mismo orden. De esta manera todo ocurre al mismo fin; y por no conocer el
todo es por lo que nosotros calificamos de azar los resultados particulares.
Por
esto se verifica lo que dice el apóstol, que “Dios es feliz, y él sólo
Poderoso, Rey de los Reyes y Señor de los Señores”. Feliz porque su reposo es
inalterable, porque ve mudarse todo sin mudarse él mismo, porque hace todas las
mudanzas por un juicio irrevocable; porque es quien da y quien quita el poder, quien
le transfiere de un hombre a otro, de una dinastía a otra, de un pueblo a otro,
para manifestar que todos le tienen prestado, y que él es el único en quien
reside naturalmente.
Esto último
nos hace recordar aquel fragmento de una obra de Ferdinand Ossendowski (Bestias, Hombres y Dioses) que René
Guénon cita en su libro El Rey del Mundo,
concretamente en el capítulo IV. Precisamente la expresión el “Rey del Mundo” es una de las designaciones de Dios considerado como el Monarca
Universal. Dice Ossendowski:
El Rey del Mundo está en relación con los
pensamientos de todos quienes dirigen el destino de la humanidad... El conoce
sus intenciones y sus ideas. Si ellas agradan a Dios, el Rey del Mundo los
favorecerá con su ayuda invisible; si ellas desagradan a Dios, el Rey los pondrá
en jaque.
La Historia,
como la vida misma, está llena de hechos “fortuitos” e imprevisibles, pero que
observados con atención y desde una perspectiva metafísica, vemos que no son
tales y además forman parte como todas las cosas manifestadas del conjunto del
Orden Universal, o sea del Destino cuando es expresión fiel de los planes de la
Providencia, en la misma medida en que todas las desarmonías particulares
generan finalmente la Armonía del conjunto, o todas las diferencias que proceden
de los seres individuales confluyen en la Indiferenciación total de la Unidad
metafísica.
En este
sentido, no deberíamos olvidar que para la Antigüedad Clásica el azar tenía
nombre de una diosa: la Tiqué griega,
que los romanos llamaron Fortuna, “la que amparaba la ciudad terrestre, reflejo
cosmogónico de la utópica ciudad del cielo, o academia numénica", como afirma Federico González en el capítulo XII de Las Utopías Renacentistas. Convendremos en que dicha academia numénica es lo mismo que
ese “consejo más alto y eterno que encierra en sí todas las causas y todos los
efectos en un mismo orden” de que se habla en la cita de Bossuet. Por eso
mismo, la diosa Fortuna, ligada con el “azar”, juega
un papel importante en el teatro de la Historia, pues no deja de ser en verdad
un instrumento de la Providencia en el mantenimiento del Orden universal, o sea
que el azar es un poder divino que promueve, y determina, los hechos
históricos.
Historiadores como el ya nombrado Polibio así lo consideran, y en su obra cumbre titulada Historias la diosa Fortuna está constantemente presente en los asuntos humanos, y sus designios con respecto a estos constituyen siempre una lección que el hombre ha de asimilar como una enseñanza venida de los hados, y haciendo de la Historia una “maestra de la vida”, como dijo Cicerón [3]. Recogiendo esta idea se ha dicho que:
Historiadores como el ya nombrado Polibio así lo consideran, y en su obra cumbre titulada Historias la diosa Fortuna está constantemente presente en los asuntos humanos, y sus designios con respecto a estos constituyen siempre una lección que el hombre ha de asimilar como una enseñanza venida de los hados, y haciendo de la Historia una “maestra de la vida”, como dijo Cicerón [3]. Recogiendo esta idea se ha dicho que:
Polibio
no piensa que el estudio de la historia impedirá a los hombres caer en los
yerros de sus predecesores y que les permitirá superarlos en sus éxitos; el
éxito a que conduce el estudio histórico es un éxito interior, una victoria
sobre sí mismo, no sobre las circunstancias. Lo que aprendemos de las tragedias
de sus héroes no es el modo de evitar que esas tragedias nos sobrevengan, sino
la manera de aceptarlas con valor [o sea con virtud] cuando la fortuna nos las
envía.[4]
Abundando en
esto pero ampliando al mismo tiempo lo que Polibio nos dice acerca de la diosa
Fortuna, que “realiza muchas cosas novedosas e interviene de continuo en las
vidas de los hombres”, he aquí lo que se ha dicho sobre las Historias de este autor greco-romano:
La
obra está en efecto atravesada por una meditación sobre la responsabilidad de
los hombres y el papel de la Fortuna en el desarrollo de los acontecimientos
históricos. La historia aparece como el campo de acción, incluso de
experimentación, de la Fortuna, esta potencia que ha hecho converger todos los
acontecimientos hacia un fin único (Historias I, 1.4) –y que de esta forma sería el
principio de orden subyacente de la historia reciente-. Ella encarna la
inestabilidad de las cosas, puesto que da la vuelta en última instancia a las
situaciones consolidadas y crea ocasiones inesperadas. La Fortuna es el único
enemigo que incluso los mejores generales no pueden vencer. Es también el menos
seguro de los aliados y el general precavido merece más el elogio que el
general con suerte. La Fortuna prodiga sus advertencias, y la sabiduría
consiste en no provocar sus manifestaciones caprichosas pues, según las
palabras de Aníbal a Escipión, antes de la batalla de Zama, “ella se divierte
con nosotros como si fuésemos niños” (Id. XV, 1.6). Aparece no obstante como una
forma de justicia que castiga los excesos y fechorías –precipita el
encadenamiento de las desgracias que marcan la derrota de Filipo y de los
macedonios (Id. XXII, 2.10)-. Invita a los que favorece a la moderación, en el temor
de sus giros inesperados.[5]
Con esos “giros inesperados”, que
reflejan una aparente “inestabilidad”, la diosa Fortuna fomenta en los hombres
la virtud de la prudencia, que en efecto es una forma de la Sabiduría, y que
por consiguiente conduce a la certidumbre interior de que todas nuestras
acciones están entrelazadas con el destino de todas las cosas y los seres dentro del plan
de la Providencia, expresado también en la Historia, la que puede ser vista
entonces como un mandala tridimensional, en el que el pasado, o mejor la Antigüedad, está siempre viva y se
hace permanente lección para el presente.
La Historia, como "maestra de la vida", siempre lleva implícita una búsqueda de la Sabiduría entre esos claroscuros que determinan el proceso histórico, y cuyo hallazgo y presencia en el alma humana está entre las posibilidades más importantes que nos han sido otorgadas.[6] Francisco Ariza
https://www.franciscoariza.com/
https://www.bibliotecahermetica.com/
La Historia, como "maestra de la vida", siempre lleva implícita una búsqueda de la Sabiduría entre esos claroscuros que determinan el proceso histórico, y cuyo hallazgo y presencia en el alma humana está entre las posibilidades más importantes que nos han sido otorgadas.[6] Francisco Ariza
https://www.franciscoariza.com/
https://www.bibliotecahermetica.com/
[2]
Dice a este respecto Oswald Spengler: “La mirada capaz de penetrar hasta la
realidad metafísica es la que revive en los datos el simbolismo de lo
acontecido y, de esa suerte, eleva el azar a la dignidad de sino [de destino]”.
La Decadencia de Occidente. Bosquejo de
una Morfología de la Historia Universal (Tomo I, capítulo II, número 16).
[3] De oratore II,
9: 36: "... y en cuanto a la Historia, que presencia el paso de
los años, ilumina la realidad, da vida a los recuerdos, brinda consejos sobre
la vida y es mensajera de la antigüedad, ¿qué voz sino la del orador podrá
encomendarla a la inmortalidad?”
[5]
Jacques Brunschwig y Geoffrey Lloyd: El
Saber Griego, p. 571-572.
[6] Desde otra perspectiva ¿no será hurtarnos esa posibilidad lo que se pretende con el "revisionismo histórico", cargado de postulados políticos-ideológicos, ya sea de manera consciente o inconsciente, y venga de donde venga?
[6] Desde otra perspectiva ¿no será hurtarnos esa posibilidad lo que se pretende con el "revisionismo histórico", cargado de postulados políticos-ideológicos, ya sea de manera consciente o inconsciente, y venga de donde venga?
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