EL TAPIZ DE LA CREACIÓN. Un Símbolo de la Cosmogonía

 

Tapiz de la Creación. Catedral de Gerona (Cataluña, España).

En el llamado Tapiz de la Creación (siglo XI) que podemos contemplar en el museo de la catedral de Gerona (Cataluña, España) lo primero que llama nuestra atención es la sencillez hierática, propia de la plástica románica, con que lo elaboraron sus artesanos, lo cual no significa que disminuya su fuerza expresiva, todo lo contrario, pues precisamente el románico, contemporáneo del auge del arte bizantino, es un esfuerzo consciente por alcanzar la síntesis de la idea, por eso mismo el mensaje directo y didáctico que quisieron transmitir con esa obra está asegurado en ella: explicar el proceso de la creación del mundo según el Génesis bíblico, que es el tema central y que justifica el nombre de “tapiz de la creación”. Pero como conclusión de ese proceso se añadieron en la parte más externa, y a modo de marco, los doce meses del año, las cuatro estaciones, y los días dominados por el Sol y por la Luna, es decir por el día y la noche, todo lo cual no deja de ser una representación del tiempo cíclico. El hecho de que en el centro de la parte superior del marco haya una representación del “dios año”, dispuesto sobre la vertical del tapiz, corrobora esta idea del tiempo cíclico en constante renovación. Finalmente, en cada una de las cuatro esquinas del tapiz y a modo de los cuatro puntos intercardinales, se bordaron los cuatro ríos (Pisón, Gijón, Éufrates y Tigris) en que se dividía el río único que brotaba del Paraíso, si bien actualmente solo es visible el primero de ellos (el Pisón), situado en la esquina superior izquierda.

El "dios año" en la parte superior de la imagen

Hay otras escenas en la parte inferior del tapiz que prácticamente han desaparecido, pero que seguramente aluden a varios momentos de la vida de Santa Elena de Constantinopla, la primera emperatriz romana cristianizada, la cual impulsó la construcción de numerosas iglesias por todo el Oriente ortodoxo y católico, y a sus casi ochenta años inició un peregrinaje a Tierra Santa y a la ciudad de Jerusalén, mandando excavar en el monte Gólgota para encontrar los clavos y la cruz donde fue crucificado Cristo. De ahí nació la leyenda de la Vera Cruz, parte de la cual puede apreciarse en la parte inferior del tapiz. Santa Elena fue madre de Constantino, el emperador que acabó con las persecuciones a los cristianos, y que vio en el cielo el signo del crismón que pasaría a formar parte del estandarte romano que, a partir de entonces, lo protegería en todas las batallas. Él mismo se hizo bautizar poco antes de morir. 

Parte central del tapiz, en cuya parte inferior aparece la creación de las plantas y los animales. En la parte derecha podemos apreciar al hombre antes de su "división" en macho y hembra, imagen que podemos observar en la parte izquierda. En las cuatro esquinas aparecen cuatro ángeles o espíritus intermediarios que envían sus mensajes en forma de "vientos" a toda la creación.


Se destacan en primer lugar los dos círculos concéntricos. El círculo más central contiene en su interior a Cristo Pantocrátor, o sea al Cristo "Todopoderoso", que bendice al Mundo con su mano derecha, portando en su mano izquierda la doctrina de los Evangelios. También simboliza al Gran Arquitecto del Universo, que se representa en ocasiones “trazando su compás (es decir su Inteligencia creadora) sobre la faz del abismo”. Precisamente, eso es lo que está simbolizando el ave que se encuentra encima del Pantocrátor, la cual representa al “espíritu de Dios flotando encima de las aguas”, como leemos en Génesis 1: 1-2: “Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.” 


En el centro el ave divina como representación del espíritu "que aleteaba por encima de las aguas". A izquierda y derecha del mismo aparecen el ángel de las tinieblas y el ángel de la luz. Debajo de este último aparecen dentro de un círculo el Sol y la Luna separando "las aguas de arriba" y "las aguas de abajo". En el lado opuesto, debajo del ángel de las tinieblas un círculo oscuro con una inscripción difícil de leer, pero que alude a esa oscuridad anterior al Fiat Lux


Quienes realizaron el tapiz representaron esas aguas por las líneas ondulantes sobre las que reposa el ave divina, la cual es equivalente en otras tradiciones a esa otra ave (Hamsa en el hinduismo) que incuba el “Huevo del Mundo”, teniendo el mismo sentido con el que aquí se está diciendo. 

El versículo que viene a continuación en el texto del Génesis es el que está escrito en ese primer círculo: Dixit quoque Deus fiat lux et facta est lux: "Y Dios habló: Que se haga la luz! y la luz se hizo" (Génesis 1: 3). Se alude así claramente al Fiat lux cosmogónico. Verbo y Luz unidos en el acto de la Creación del Mundo.

En efecto, es gracias a la Palabra o Verbo del Todopoderoso Gran Arquitecto que el Mundo se "hace" y cobra realidad, pasando de las "tinieblas que cubrían la faz del abismo" al orden cósmico, que comienza entonces a desarrollarse a partir del caos primigenio (Ordo ab Chao, "El Orden salido del Caos" es una famosa divisa masónica). Sucede exactamente lo mismo que en el proceso iniciático, donde el aspirante al Conocimiento ha de pasar de "las tinieblas a la luz", o sea de lo profano a lo sagrado, pues esa luz no es otra que la influencia espiritual por medio de la cual recibirá un “nuevo nacimiento”. Como acontece en los mitos cosmogónicos de todas las culturas tradicionales desde la más remota antigüedad esa creación y ese proceso acontecen en un tiempo mítico, anterior al tiempo sucesivo y propiamente cronológico.

"En el Principio crea Dios los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que se encuentran. Y Dios vio que todo lo que había creado era bueno".

Esta frase aparece escrita en el segundo círculo más grande. En realidad las frases del Génesis que están en los dos círculos constituyen una síntesis de los primeros 31 versículos del mismo, que son aquellos en donde se narra la Creación del mundo y del hombre en su origen, y esto es importante retenerlo. En ese origen más primordial el hombre era “macho y hembra” (Génesis 1: 26-27). La separación en dos sexos viene posteriormente, y ha de ser vista como el comienzo de una dualidad que se acrecentará más tarde con la “salida” del Jardín del Edén. Pero esto no está descrito en el tapiz, que trata de la primera parte del Génesis.

En el Origen primigenio (en el Principio) todas las cosas creadas reposan en el perfecto equilibrio de la Unidad (“Dios vio que todo lo que había creado era bueno”). Solo cuando ese equilibrio se rompe (y este es el sentido de la "caída" adámica y la “salida” del Paraíso), es cuando comienza el tiempo propiamente dicho, que sin embargo porta en sí mismo la posibilidad de la regeneración gracias a que conserva la memoria de ese Origen, y baste recordar en este sentido que el dios que se identifica con el tiempo es precisamente Saturno (el Cronos griego), el regente de la Edad de Oro paradisíaca.

La idea principal del Tapiz de la Creación, y aquello que lo hace especialmente atractivo para quien esté interesado en el conocimiento de la Cosmogonía, es que esa posibilidad de ser reintegrados al tiempo original y vivir el estado de Unidad existe de verdad, que no es una entelequia, como lo demuestra la larga cadena de iniciados de todas las tradiciones que han testificado con sus vidas ejemplares la actualidad permanente de la Sabiduría en el mundo.  Así lo manifestaron aquellos artesanos a través de su trabajo, que para ellos constituía un verdadero rito, término que recordemos quiere decir “orden”, exactamente igual que la palabra “cosmos”. Mediante el rito (y el estudio y la meditación en los símbolos no deja de ser eso mismo) es posible participar de una liturgia que en su cadencia rítmica y armónica vincula a todas las cosas entre sí y con su Principio. Francisco Ariza

https://www.franciscoariza.com/

Comentarios

Entradas populares de este blog

“He aquí mi cuerpo...”

Las Causas del Colapso de las Civilizaciones en la Historia

RENÉ GUÉNON: "TRABAJO INICIÁTICO COLECTIVO Y 'PRESENCIA' ESPIRITUAL" (Capítulo XXIII de “Initiation et Réalisation Spirituelle”)*