El Tiempo Cíclico como soporte del No-Tiempo

 

Kala, el Tiempo. Tanka tibetano

En la cosmogonía hindú se dice que un Pralaya es la disolución de un mundo, el cual dura tanto como un Kalpa, que es el ciclo entero donde se desarrolla ese mismo mundo en toda su plenitud. El Kalpa está compuesto por 14 Manvantaras (o “Eras de Manú”, el ciclo completo de una humanidad), cada uno de los cuales abarca 65.000 años, en números redondos. Un Kalpa es un día de Brahmâ, el Dios creador, mientras que un Pralaya es una noche. Pero tras esa noche, un nuevo Kalpa nace y a este sucede otro, y todo el conjunto de Kalpas constituye el desarrollo íntegro de la Existencia Universal, dando lugar a la "Cadena de los Mundos", compuesta de 360 Kalpas, o un "año de Brahmâ".[1] La vida de Brahmâ es de 100 de esos años, finalizados los cuales acaece un Mahapralaya, la "Gran disolución" de toda esa Existencia en su Principio Increado. Sin embargo, cuando un Brahmâ se acuesta otro se levanta, y así ad infinitum. Estamos, en suma, ante la descripción simbólica del Tiempo indefinido, al que los hindúes y budistas denominan Mahakala (el Gran Tiempo), el cual está fuera de cualquier "medición" temporal y espacial que tenga algún sentido a escala humana, y de ahí aquella pregunta: “¿Tendrás la presunción de contarlos?"[2]

Ante la perspectiva de la inmensidad de un tiempo que se agota y renace sin solución de continuidad, no tenemos más remedio que relativizar nuestro propio tiempo particular e individual, que se nos revela como totalmente ilusorio y evanescente ante la asombrosa realidad de los ciclos cósmicos, del Gran Tiempo. Pero no podemos sustituir una ilusión por otra ilusión, pues en el fondo de lo que se trata es de concebir que más allá de ese encadenamiento temporal sin fin, de esa perpetuidad cíclica, existe una realidad inmutable: el dominio del Ser y los principios eternos, no sujetos al cambio y al perenne devenir. Conocer la verdadera naturaleza del Gran Tiempo se convierte en un soporte significativo y vital que nos permite acceder a esa realidad supratemporal y supracósmica, dado que nada de lo que se manifiesta tiene su fin en sí mismo, sino que es tan sólo el reflejo de las causas que permiten el desarrollo de su existencia dentro de un enmarque inteligente e inteligible, que no es otro que el propio Orden Cósmico, emanado de la Mente del Gran Arquitecto.

Lo que intentamos decir con todo esto es que la Ciclología, la ciencia de los ciclos y ritmos cósmicos, supone un camino de iniciación en el Conocimiento, ya que advertir la realidad inabarcable del Gran Tiempo, nos introduce, de facto, en el tiempo mítico, provocando así una “ruptura de nivel” dentro de nuestra conciencia que permitirá acceder a otros estados más sutiles de la misma, desde los cuales podamos concebir “el Ser del Tiempo” como diría Federico González, su origen ontológico y más aún metafísico.

El Tiempo mítico es el tiempo sacralizado, por eso el relato de las vidas ejemplares de los héroes y de los dioses se describen como hechos ocurridos en un tiempo que siempre está presente por su ejemplaridad, y porque en el fondo revela una “historia verdadera”, como sucede con el relato de un mito hindú en donde Visnú, el dios conservador, vestido de niño harapiento, hace ver a Indra, el orgulloso rey de los dioses, que cada uno de esas hormigas que van en procesión por el suelo de su palacio fue en su momento un Indra, y que tras innumerables transmigraciones por el tiempo cíclico han acabado por convertirse otra vez en hormigas. La comprensión de ese hecho asombroso, hace ver a Indra la inconsistencia de la "ilusión" de sentirse rey de los dioses, una ilusión generada por Maya, la tejedora de Kala, el Tiempo, a la que no se sustraen los dioses intermediarios y cósmicos como Indra.

No se ha de perder la perspectiva del Gran Tiempo y los mitos que ha generado en las diferentes cosmogonías (en este caso la hindú y la budista), las cuales se han constituido en un centro o eje fijo en torno al cual se ha ordenado y desarrollado la vida y la cultura de las civilizaciones tradicionales. Los mitos del Gran Tiempo nos hablan finalmente del No-Tiempo, y en esto no hemos de ver contradicción alguna, sino complementariedad, pues ellos nos revelan lo esencial, lo que hemos de saber para que nuestra existencia, es decir nuestra propia historia y realidad personal, signifique algo más que una anécdota en el inmenso océano de lo creado, en constante devenir. Francisco Ariza 

A 27 de Diciembre de 2021, festividad de San Juan Evangelista.



[1] Ver René Guénon: “La cadena de los mundos”, cap. LXI de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.

[2] Ver a este respecto “Ciclos y Ritmos”, capítulo VII de El Simbolismo de la Rueda, de Federico González. 


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