Canteros medievales trabajando en la catedral de Notre Dame, París. Existen formas iniciáticas en las cuales, por su constitución misma, el trabajo colectivo ocupa un lugar preponderante; con ello no queremos decir, entiéndase bien, que éste sustituya el trabajo personal y puramente interior de cada uno. El caso de que aquí se trata es sobre todo el de las iniciaciones que subsisten actualmente en Occidente, y sin duda se puede decir lo mismo, en un grado más o menos acentuado, de todas las iniciaciones de oficio, porque se trata de algo que es inherente a su naturaleza misma. En un reciente estudio que hemos realizado sobre la Masonería (1) , hablábamos de que una "comunicación" no se podría efectuar más que por el concurso de tres personas, de tal forma que ninguna de ellas posee por sí sola el poder necesario para ello. Podemos citar igualmente, en el mismo orden de ideas, la condición de la presencia de un mínimo número de asistentes, siete por ejemplo, para que un
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