El Claustro Cristiano. Simbolismo y Cosmogonía

 

Uno de los capiteles del claustro de Gerona, donde aparecen dos posibles 
basiliscos dominados por Cristo.

Los claustros son construcciones anexas a las catedrales y monasterios y como su nombre indica están “cerrados” al mundo exterior. El único lugar por el que están abiertos es por “por arriba”, es decir por el cielo, lo cual ya no sería tanto el “exterior”, pues esa apertura por la vertical nos indica que dicha salida es hacia los estados superiores, pues el cielo, o los cielos, en todas las cosmogonías, representan justamente a esos estados, entre los cuales hemos de distinguir los que pertenecen todavía al cosmos (los estados supraindividuales no-formales, o sea sin una forma individualizada), y los estados supraindividuales que están “más allá” del cosmos, de naturaleza ontológica y aun metafísica.

El mundo “exterior” al claustro sería entonces una figuración de los estados terrestres, individuales, simbolizados por la horizontal. Así pues, hay aquí una enseñanza derivada de la geometría sagrada, cuyos principios se aplicaban constantemente en la construcción.


Esquema prototípico del claustro cristiano. Los cuatro brazos de la cruz simbolizan los cuatro ríos del Jardín del Edén. Monasterio de Santa María la Real, Villamayor de los Montes, Burgos.

El claustro mismo evoca al hortus conclusus, al “jardín cerrado”, que era una de las denominaciones del Paraíso, o Jardín del Edén, idea que viene reforzada por el hecho de que en todos los claustros predomina el elemento vegetal, y siempre hay una fuente o bien un árbol, símbolos ambos del centro y del eje que conecta la Tierra con el Cielo, y de los cuales parten cuatro rectas o caminos (equivalentes a los cuatro ríos del Paraíso), trazando así una cruz. A veces, como en el caso del claustro de la catedral de Gerona, ese centro está representado por un pozo (o sea con el agua), pero la idea es la misma, con el añadido de que entonces esa “conexión” lo es también con el “mundo subterráneo”, o inframundo, haciéndose evidente así los tres planos cósmicos: Inframundo, Tierra y Cielo. 




Dos imágenes del Hortus Conclusus. La de abajo tiene la siguiente leyenda: “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía, huerto cerrado, fuente sellada” (Cantar de los Cantares, 4, 12-13). Se trata de la portada de Tratado sobre árboles frutales (1653) de Ralph Austen, grabado de John Goddard. 

Se nos podrá objetar que el Jardín edénico era circular y no cuadrado como los claustros, pero esto lo que significa es que estos últimos prefiguran a la Jerusalén Celeste, la Ciudad Divina descrita como cuadrada (o cúbica en la tridimensión) en el Apocalipsis de San Juan, en donde también figura un Árbol plantado en medio de ella, como en el Paraíso: el Árbol de la Vida y de la Sabiduría.

“Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones.” (Apocalipsis 22: 1-2).

Hablamos entonces de un espacio sagrado, enmarcado por  una galería porticada con arquerías que descansan en columnas, generalmente dobles, en cuyos capiteles están representadas escenas bíblicas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, intercaladas muchas veces con motivos florales y animales reales o fabulosos que forman parte del “bestiario de Cristo”, de los que se conocieron varios durante la Edad Media.[1]


Águila comiendo del racimo de uvas, símbolo de la Sabiduría. Claustro de Gerona.

Los bestiarios fueron importantes para comprender toda la complejidad de esta cosmogonía, a la que añadían una enseñanza relativa a destacar las cualidades de Cristo expresadas a través de las cualidades de los animales. No están representados todos los animales, pero sí los que pertenecen a los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego, cuyo prototipo cristiano está simbolizado por el Tetramorfos, o sea por los cuatro evangelistas, que son las piedras de fundamento, o “piedras de esquina” (corner stones) del templo cristiano, siendo Cristo su “piedra angular”. Ese vínculo de los cuatro evangelistas con las cuatro piedras tiene su correspondencia a su vez con los cuatro signos “fijos” del Zodíaco: el Toro (tierra, San Mateo), el León (fuego, San Marcos), Escorpión (agua, San Juan Evangelista) y Acuario (aire, San Lucas).

Toda esta simbólica era perfectamente conocida por los maestros y oficiales que dirigían los trabajos de las cofradías de constructores y artesanos de distintos oficios que intervenían en la construcción del claustro, que aunque forma parte de un conjunto más amplio (la catedral o el monasterio) es en sí mismo un modelo del cosmos. Además, en muchos de esos claustros se nota la presencia activa de los hermetistas, que trabajaron con esas cofradías porque pertenecía a una misma tradición, la Hermética, portadora de un saber en el que confluían distintas corrientes sapienciales venidas tanto del Oriente como del Occidente cristiano. Antes hablamos de la geometría sagrada, y esta era tributaria tanto del Pitagorismo como de los constructores del Templo de Salomón, que es, en esencia, el modelo del Templo Cristiano.

Pero en los claustros se plasmaba también otro modelo simbólico, complementario con el Templo de Salomón, pues ambos se basan en modelos celestes. Nos referimos al Zodíaco, que los antiguos astrólogos trazaban no de forma circular sino cuadrada, según el modelo de la Jerusalén Celeste, con sus doce puertas, tres en cada costado.[2]


Jerusalén Celeste. Beato de Liébana, siglo X.

Zodíaco cuadrado, donde figura el horóscopo de Platón. Firmico Materno. Mathesis. Libro VI. Cap. XXX. Recogido por Thomas Stanley en su obra Historia de la Filosofía.


II

En efecto la estructura zodiacal está presente en varios claustros catalanes, como el de Gerona  y el de Sant Cugat, que datan de los siglos XI y XII, respectivamente. Este es un tema que ha sido estudiado ampliamente por el simbolista y musicólogo franco-alemán Marius Schneider, que conoció muy bien el arte tradicional en sus distintas manifestaciones simbólicas desarrolladas en la España antigua, y que han quedado recogidas en el rico folklore hispano.[3]

En la Introducción a su obra El Origen musical de los Animales-Símbolos en la Mitología y la Escultura Antiguas, Marius Schneider revela que quedó muy sorprendido cuando visitó el monasterio de Nuestra Señora de Ripoll (en el Pirineo catalán), y añade:

“Al ver a los anímales esculpidos en los capiteles del claustro de esta ciudad y las huellas de influencia iránica y bizantina de la fachada de la catedral, mi atención y mis recuerdos se dirigieron una vez más hacia el Oriente. El ritmo de sucesión tan extraño que formaban estos animales me hizo recordar una teoría hindú del siglo XIII, que identificaba ciertos animales con determinados sonidos musicales”.

Se ratificó en esta idea fundamental cuando posteriormente conoció los claustros de Sant Cugat del Vallés (provincia de Barcelona) y el de la catedral de Gerona.

Claustro de Sant Cugat.- Centrándonos en la estructura zodiacal de los claustros de Gerona y Sant Cugat, en este último se hace evidente dicha estructura porque su forma cuadrangular permite que pueda haber un número de pilares y capiteles repartidos regularmente por cada uno de los cuatro lados, que multiplicados entre sí dan 12 (3x4=12), al igual que los signos del Zodíaco, mientras que el número de pilares son 72, que es además un módulo de la Precesión de los Equinoccios ligado con la rueda zodiacal, pero que también alude a los 72 nombres divinos emanados del Nombre Único de Dios, tal cual se enseña en la tradición cabalístico-cristiana. Asimismo, y como podemos observar en la imagen de abajo, cada lado está dividido en 3 partes de 6 columnas cada uno, lo que multiplicado entre sí da 18 columnas, que multiplicadas a su vez por cuatro lados da como resultado 72 (4x18=72).




Esquemas del claustro de Sant Cugat con la numeración de sus 72 columnas. El de abajo está extraído del libro El Canto de las Piedras, de Marius Schneider.

Asimismo, si dividimos los 365 días del año por 72 el resultado es 5 días por columna (365:72=5), pero nos sobran 5 días para que encaje todo en los 360 grados de la circunferencia o en la suma de los cuatro ángulos del cuadrado (4x90=360). Esos cinco días “sobrantes” es lo que en algunas tradiciones (por ejemplo la azteca) se denominaban “nemontemi”, los “días baldíos”, o “llenos de vacío”, mientras que otras, como la egipcia, los consideraban como "del nacimiento de los dioses", mesut necheru.[4]

Todos los números de que estamos hablando están vinculados con la división geométrica del círculo (signado por el 9), y por tanto se reafirma así ese carácter cíclico y zodiacal al que antes nos referíamos. Pero además, si consideramos cada columna como doble (como de hecho es) el número de las mismas sería de 144 (2x72=144), cifra igualmente cíclica por reducirse finalmente al 9 (1+4+4=9). 

A esto habría que añadir que el número 12, que como hemos dicho surge de multiplicar el número de pilares por los cuatro lados del cuadrado, es también un submúltiplo de 12.000, que eran los estadios del ancho, el largo y la altura de la Jerusalén Celeste, saliendo así un cubo o hexaedro (o sea la cristalización de la esfera original que era la forma del Paraíso Terrestre al comienzo del actual Manvantara o ciclo de la presente humanidad). Asimismo la altura de sus muros era 144 codos de altura, y su muralla de 70 metros de espesor aproximadamente.

El número 144 es también un submúltiplo de 144.000, que es la cifra de justos que portaran en su frente el sello del Señor durante los postreros días del actual ciclo humano, al que el Apocalipsis denomina el “gran Día de su Ira”, en referencia a la aparición del “Sol de Justicia” que pondrá fin efectivamente a este ciclo, dando lugar al siguiente, en el que todas las cosas serán renovadas:

“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas”. (Apocalipsis 21: 1-5)

Claustro de Gerona.- En el caso del claustro de Gerona la estructura zodiacal no es tan evidente debido a la forma trapezoidal del mismo, lo que hace imposible que exista un número de columnas y de capiteles repartidos regularmente en cada uno de los cuatro lados del mismo.

Además, en este último claustro, al contrario de Sant Cugat, el número de pilares son 11, no 12, y de capiteles 59, no 72. Esto tampoco permite hacer una repartición regular de los pilares y los capiteles.  Pero existe una clave que nos ayuda a entender esta aparente “anomalía”, y es el hecho de que, debido a esa forma trapezoidal, los signos zodiacales tampoco están repartidos regularmente, de tal manera que hay 4 signos zodiacales en el lado Oeste (Otoño), 3 en el lado Norte (Invierno), 3 más en el lado Este (Primavera) y 2 en el lado Sur (Verano), completando así los 12 signos zodiacales. La conclusión es que el claustro fue pensado para dar una preponderancia a la estación cuyos días son cada vez más oscuros, con sus correspondientes signos zodiacales, o sea que está signado para representar una victoria (momentánea) de la oscuridad sobre la luz.

La explicación que da Marius Schneider en su obra ya citada Le Chant des Pierres (El Canto de las Piedras) es que el trapecio del claustro de Gerona:

“Está esencialmente inspirado por el tema del buey o del toro nocturno. El sonido fa (capitel 6, signo de Leo) tan solo se presenta una sola vez como león victorioso. En los otros casos encontramos al toro (capiteles 3, 10), el gallo y el pájaro psicopompo (capiteles 11, 16). El león [animal diurno y luminoso] aparece más bien como animal vencido (capiteles 39, 45, 52, 57). Por otro lado, el toro no aparece solo de noche (capitel 9), sino que se muestra también en las horas avanzadas de la tarde.”[5]

Evidentemente la tarde se corresponde con el Otoño y la noche con el Invierno. En este sentido, Schneider señala que el claustro de Gerona está dedicado a la Mater Dolorosa, y la forma trapezoidal del mismo está representando al símbolo milenario de la cabeza del toro (o del buey), animal sacrificial, es decir del dolor, la devoción y la fidelidad.


Plano del claustro de la catedral de Gerona en forma de trapecio extraído del libro Le Chant des Pierres. En torno al claustro podemos ver los distintos nombres en francés de los signos zodiacales.

Pero más adelante Schneider amplia este simbolismo de la forma trapezoidal y señala que las 59 columnas que lo forman están divididas en cuatro grupos de una inhabitual irregularidad. La hilera de 18 columnas de la base del trapecio de cuatro pilares (lado sud-oeste), que comprende los signos de Libra, Escorpio, Sagitario y Capricornio, forman cada uno de ellos un muro, articulando 3 grupos de 6 columnas cada uno. El lado opuesto (nord-este), que corresponden a los signos de Tauro, Géminis y Cáncer, comprende a su vez 2 veces 6 columnas. El ala nord-oeste (signos de Acuario, Piscis y Aries) comprende 3 unidades de cinco columnas cada una, mientras que el lado sur-este (Leo y Virgo) está formado por 2 veces 7 columnas. La suma, continúa Schneider, de los multiplicadores 2, 2 , 3 y 3 suman 10, el número de la perfección. El número 6 simboliza la unión de los contrarios y el ritmo del dualismo de las fuerzas cósmicas, y en la tradición cristiana está puesto en relación sobre todo con los seis días de la Creación y con las seis jarras de las bodas de Caná, cuando el agua se convierte en vino anunciando así la trasmutación alquímica del alma, pues el vino es el símbolo del Espíritu. En conformidad con esto, anuncia también la llegada inminente de la misión evangelizadora de Cristo. 

Hablando de las medidas del portal del Templo de Jerusalén anunciadas por el profeta Ezequiel (40: 5 y 40: 49), y basándose en San Jerónimo, Schneider señala que el portal del Templo de Jerusalén es un símbolo de la Virgen, por donde entró Cristo en el mundo. Dicho portal, cuyo dintel mide 60 codos de largo, forma el patio del nuevo templo. Y en este sentido el simbolista y musicólogo se pregunta ¿no será la base del trapecio del claustro de Gerona el patio o portal de ese templo? 

Finalmente, y pensando en la polivalencia de los símbolos, Schneider señala que si la base del trapecio corresponde al Otoño, a la tarde, al dolor y al buey, el lado opuesto representa la Primavera, la mañana y la esperanza. A la sombra del lado nord-este se encuentra el pavo cuyas alas sembradas de ojos pasan por ser el símbolo de la fe. Por el contrario, el calor del sud-oeste, donde se rencuentran el león y el buey, podría aludir al amor, pues el león y el buey es como el día y la noche, el hombre y la mujer, lo activo y lo pasivo, y por tanto representaría también esa unión de los contrarios que solo la atracción del amor provoca. De esta manera el trapecio entero se nos aparece como un patio o portal. La tristeza y el sufrimiento forman el umbral del mismo; la esperanza es la piedra del dintel, y los pilares sobre los cuales se apoya la esperanza son el amor y la fe de la Virgen, que de Mater Dolorosa ha mutado en Mater Jubilosa


Anunciación de María, de Fra Angélico. Convento de San Marcos, Florencia. La estancia sugiere una galería porticada cuadrada, a semejanza de la estructura de la Jerusalén Celeste.

III

Como modelos de la cosmogonía, en el caso concreto de estos dos claustros románicos (y nos atreveríamos a decir que en la gran mayoría de ellos), está presente la composición musical, esto es, el elemento sonoro, que reproduce, conforme a pautas numéricas, la cadencia del ritmo cósmico y la armonía o Música de las Esferas, de la que nos han hablado los pitagóricos y los maestros herméticos y cabalistas cristianos de todos los tiempos.

Por otro lado, y gracias a las leyes de las correspondencias y las analogías que posibilitan la comunicación y la identidad entre "lo de arriba y lo de abajo", el canto humano también responde a esa misma realidad, pues la voz del hombre, su palabra o verbo, se descubre a sí misma formando parte integrante de la sinfonía cósmica, de la que ciertamente participan igualmente el canto de los animales y el conjunto entero de la naturaleza. No olvidemos tampoco que las notas musicales son siete, estando en correspondencia directa con los siete planetas, así como con los siete días de la semana, análogos a los de la Creación descrita en el Génesis bíblico, de tal manera que constituye un módulo numérico en manos del Gran Arquitecto del Universo.

En efecto, y como hemos podido ver anteriormente, los animales representados en los capiteles de los claustros de Sant Cugat y Gerona (al que habría que añadir el del monasterio de Ripoll) eran símbolos de notas musicales que mantenían además una correspondencia rítmica con los signos zodiacales, los planetas, los números y determinados pasajes de las Escrituras. Es decir que mostraban una didáctica directamente relacionada con la estructura cósmica, de ahí todo una imaginería simbólica entreverada  que enriqueció ese período deslumbrante del románico europeo.

“En el principio era el Verbo”, dice San Juan al comienzo de su Evangelio. Ese Principio es ahora, y en el contexto iniciático “recuperar la palabra” es una forma de indicar que el ser ha regresado a la raíz de sí mismo, a la fuente inagotable del ritmo universal. Ha sido regenerado, nacido por el Verbo solo audible en su espíritu, pero que su voz puede articular y expresar de manera libre pues bebe de las fuentes de la eterna juventud. La recreación permanente del mundo y del hombre por la palabra, el canto o la música es común a todas las cosmogonías tradicionales, ejemplificados perfectamente en los relatos de sus mitos creacionales, pues el sonido, como nos dice de nuevo Schneider:

"representa el elemento primero común a todos los acontecimientos cósmicos (...) Las fuerzas divinas son sonidos puros. Otros seres vivos manifiestan espontáneamente su voz hasta los objetos que no dan su sonido hasta que se los golpea, pues no existen cosas totalmente mudas. La piedra sonora participa de una manera especial de la substancia primordial, y especialmente el fonolito volcánico, considerado como la materia más antigua. Las rocas, que presentan fisonomías más o menos humanas o animales, son también tomadas por divinidades o himnos petrificados. La idea de que los astros, los hombres y los animales podrían ser igualmente nacidos de la piedra emana de la misma concepción de la naturaleza de la materia (...)”.

Y a continuación describe la fuerza creadora del canto sonoro:

“Puesto que el sonido representa la substancia primera común a todos los seres y a todas las cosas, y que, desarrollado en canto, él es la fuerza que mueve el cosmos, así pues, el canto representa el único medio que permite entrar en una relación de intercambio directo y substancial con las potencias más lejanas. El cantar o el hablar ritmado es, en su significación profunda, una participación directa con la substancia primordial del universo y un llamado actuante, una acción fecunda, un intercambio en el estrato originario acústico del mundo. Él es una imitación del orden sonoro que, antaño, llama al mundo a la vida y, al mismo tiempo, constituye un puente entre el cielo y la tierra, fundada sobre la substancia sonora común a los dos mundos. Es por ello que las divinidades, que son puros cantos, son también literalmente nutridas por los cánticos de las alabanzas (...)”.

Y finalmente establece ciertas analogías con otras tradiciones:

“Al igual que el tambor de Shiva, el martillo de Thor parece indicar la fuerza y el eco del divino canto del trueno. La 'pluma que canta' y se arremolina sobre las aguas primordiales, con la cual los dioses indios californianos crean el mundo, representa seguramente el primer grado del murmullo creador del ala del pájaro-trueno".[6]

Como podemos ver se trata de un simbolismo universal, recogido de una u otra manera por todas las civilizaciones, en la certeza absoluta que todas ellas tenían de las correspondencias y analogías entre los distintos órdenes de la Creación, incluyendo los tres reinos de la naturaleza: el mineral, el vegetal y el animal. Según los estudios de Schneider, los capiteles historiados de los claustros de Gerona, Sant Cugat y Ripoll entran dentro de esta concepción del mundo, pues las figuras humanas y animales (reales y fabulosas) esculpidas en la piedra, están cada una de ellas en relación con una nota musical, de tal manera que conforman una melodía, una alabanza, una letanía a la Virgen (símbolo de la pureza y la fecundidad de la Substancia primordial) cantada en torno al claustro por los antiguos monjes, y por todo aquel que hoy día sigue el “hilo dorado” de una tradición en cuyo ámbito más interior, oculto a las miradas indiscretas de los literales exotéricos y profanos, continúa palpitando el Corazón de Cristo, que no es otro que el Hombre Universal. Esto constituye verdaderamente la participación activa en el rito (o ritmo) cósmico y la comunicación con las energías reveladoras de la realidad de lo sagrado. [7]

Francisco Ariza 

https://www.franciscoariza.com/



[1] Recomendamos la obra de Louis Charbonneau-Lassay Le Bestiaire du Christ (Arché-Milano, 1980), profusamente ilustrado por el autor.

[2] Ver a este respecto René Guénon: “El triple recinto druídico”, cap. X de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.

[3] Por ejemplo su estudio titulado La Danza de Espadas y la Tarantela.

[4] Ver a este respecto nuestros dos artículos publicados a finales de 2019 y al principio de 2020 en mi blog “El Cosmopolita Hermético”: https://cosmopolitahermetico.blogspot.com/2019/12/los-dias-nemontemi-o-llenos-de-vacio.html

https://www.blogger.com/blog/post/edit/2070962618015388854/1981179876047709192

[5] Sobre el simbolismo musical ver: Simbolismo y Arte, cap. VII, de Federico González. También nuestro estudio “Metafísica de la Música. El Arte Musical de Federico González”: https://www.franciscoariza.com/pdfs/Metafisica%20de%20la%20Musica.pdf

[6] El Origen Musical de los Animales-Símbolos en la Mitología y la Escultura Antiguas. Ed. Siruela, 2010.

[7] Damos a continuación las correspondencias que este autor hace entre la octava musical, los planetas, los signos zodiacales, los animales-símbolos asociados con ella y las principales horas del día, que están también en relación con las estaciones del tiempo y los puntos cardinales del espacio:

FA: Gallo, León, Mañana, Primavera, Este, planeta Sol, signo Leo.

DO: Águila, Mediodía, Verano, Sur, planeta Marte, signos Aries, Cáncer y Géminis.

SOL: Grulla, la serpiente, planeta Júpiter, signo Escorpión.

RE: Pavo Real, Mediodía pasado, planeta Mercurio, signo Libra.

LA: Pájaro cantor, planetas Venus y Saturno, signo Virgo.

MI: Toro sacrificial, León domado, Tarde, Otoño, Oeste, planeta Saturno, signo Tauro.

SI: Pez, Rana, Caracola, Noche, Invierno, Norte, planeta Luna, signo Piscis.


Comentarios

  1. Fantástico artículo.... recibe mi agradecimiento... Un cálido abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Geometría Musical y Celeste de la Capilla de Rosslyn. La "Proporción Áurea" y la "Danza de Venus". Francisco Ariza

La Gran Parodia de la Civilización Artificial. (4ª Parte). "El vulgo quiere ser engañado, luego que se le engañe" (René Guénon)

La Gran Parodia de la Civilización Artificial (2ª Parte). Los Precursores de la "Singularidad Tecnológica"