II. Por la Ruta Jacobea. El Monasterio de San Juan de la Peña. Historia y Simbolismo (Segunda Parte). Sobre el Maestro Escultor de los Capiteles
El Maestro de San Juan de la Peña (también llamado Maestro de Agüero) labró los capiteles del monasterio pinatense escogiendo escenas muy concretas de la vida de Jesús. Pero como en otros muchos claustros repartidos por toda la Cristiandad medieval las escenas que se representan se corresponden con episodios extraídos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, pues Jesús nace dentro de la tradición de Israel, y hay un hilo genealógico carnal, pero también espiritual que no se puede obviar. Como dijimos en la primera parte de este trabajo, el claustro del monasterio pinatense no es el único en el que trabajó la cofradía del Maestro de San Juan de la Peña, sino que encontramos su sello en otro claustro, el de la iglesia de San Pedro el Viejo (Huesca), donde las escenas bíblicas y evangélicas son otras (aunque algunas de ellas se refieren al mismo episodio, por ejemplo el de la creación de Adán y Eva). Otros trabajos aparecen en la mencionada comarca de las “Cinco Villas” (en el norte de la provincia de Zaragoza), concretamente en las portadas Sur y Oeste de la iglesia de San Miguel (Biota), en la de San Salvador (Luesia), San Nicolás (El Frago), San Gil (Luna), San Felices (Uncastillo), y el Salvador (Ejea de los Caballeros). Asimismo en la iglesia de Santiago (Agüero), y en el apostolado esculpido en la portada de Santa María la Real en Sangüesa, Navarra.
Algunos autores han destacado la influencia del filósofo irlandés Juan Escoto Erígena (siglo IX) en la obra del Maestro de San Juan de la Peña, sobre todo en las dos portadas Sur y Oeste de la iglesia de San Miguel, en Biota. En el tímpano de la portada Sur aparece San Miguel pesando las almas, mientras que en el tímpano de la portada Oeste está esculpida la Epifanía. Seguramente esa influencia de Escoto Erígena viene a través de otro maestro escultor, Leodegario, que trabajó en varias ocasiones con el Maestro de San Juan de la Peña, concretamente en los seis personajes (tres féminas y tres varones)[1] que conforman las jambas de la portada sur de Santa María la Real en la citada Sangüesa, de factura muy parecida a la de la catedral de Chartres.
A propósito de esto último, Leodegario, de origen borgoñón seguramente, estuvo bastante influenciado por los escultores y arquitectos de la catedral de Chartres, ciudad que fue sede de la neoplatónica “Escuela de Chartres”, algunos de cuyos filósofos se inspiraron precisamente en la obra de Escoto Erígena.[2] No debe sorprendernos las estrechas relaciones que existían entre los gremios artesanales y los filósofos y metafísicos medievales, pues unos y otros formaban parte de una sola tradición, que en los siglos XI-XII-XIII vivió su máximo esplendor en todos los ámbitos del arte y la cultura.
Las catedrales
románicas y posteriormente las góticas no hubieran existido sin esa relación entre
el saber filosófico y el artesanal, que era portador de una cosmogonía que se
nutría de la decisiva aportación de la tradición hermético-alquímica. Existía
una corriente de conocimientos iniciáticos de carácter hermético que se
transmitían a través de todas esas cofradías, especialmente la de los
constructores y carpinteros (que traían consigo otros muchos oficios necesarios
para completar la obra de edificación). Esas cofradías estaban muchas veces no
solo bajo la protección de la Iglesia, sino también de los reyes y la nobleza,
pues ellas conservaban las claves de un arte y una ciencia esotérica sin la
cual no era posible “fijar” en la piedra y otros materiales los aspectos
esenciales de un mensaje eterno dirigido al espíritu de los hombres y mujeres
de una sociedad inspirada todavía por el sentido de lo sagrado.
Por ejemplo, el Maestro de San Juan de la Peña nos muestra en algunas de sus obras el tema muerte-renacimiento iniciático a través de uno de los animales más ilustrativos del “guardián del umbral” durante la Edad Media: el león, que recordemos es un símbolo de Cristo, aunque también tenga una parte oscura relacionada con el adversario: Satán.
Como podemos apreciar en esta imagen, el Maestro de San Juan de la Peña caracterizó al león bajo el aspecto de un monstruo
andrófago que devora al candidato a la iniciación, quien posteriormente, y tras
“pasar” por la muerte, renace a una nueva vida. En la Edad Media, y quizás con
más intensidad durante el románico, el monstruo formaba parte del
orden general del mundo, siendo una pieza necesaria dentro de él para entender
el juego de relaciones simbólicas que lo conforma. El monstruo poseía una
sacralidad a la luz de la cual se explican ciertos comportamientos del alma humana. Como se ha dicho, el monstruo “causa en el hombre un
sentimiento de horror, un estremecimiento ante la intervención tangible del
poder divino”,[3]
es decir que también constituye una hierofanía, o manifestación de lo sagrado,
que se expresa en ocasiones bajo aspectos terribles. Este es un tema
recurrente en la simbología medieval, que el Maestro pinatense ilustra bastante
bien en las imágenes donde el monstruo es el protagonista principal, lo cual nos hace pensar que, como
señala a continuación la siguiente cita, él era heredero de una tradición
iniciática ancestral:
"El programa
iconográfico de muerte-renacimiento representado por el Maestro de San Juan de
la Peña aporta datos insospechados sobre la pervivencia de una religión
mistérica en la geografía del Alto Aragón durante el último tercio del siglo XII. Estas
representaciones enlazan con una tradición esotérica ancestral, que se mantuvo
viva durante la Edad Media en las sociedades gremiales de canteros, germen de
la francmasonería, que tiene en el taller del Maestro de San Juan de la Peña
uno de sus precedentes más antiguos. Además, al desarrollar el tema con
distintas variaciones iconográficas, las esculturas del maestro aragonés se
anticipan a las versiones más elaboradas del mito en la Alquimia
bajomedieval."[4]
[1] Las tres
mujeres serían María Magdalena, María, madre de Jesús, y María Iacobi, madre de Santiago el Mayor,
mientras que las tres figuras masculinas se corresponden seguramente con José
de Arimatea, Nicodemo y otro personaje semidesnudo con una soga al cuello,
identificado como Judas mercator pessimus
(“Judas comerciante pésimo”, es decir Judas Iscariote).
[2] Escoto Erígena fue llamado desde su Irlanda natal a la corte carolingia en Francia para formar parte del renacimiento cultural que allí se estaba forjando, junto a otros sabios procedentes de distintos lugares del continente europeo que traían consigo la tradición clásica y platónica a través de la obra de Dionisio Areopagita, San Agustín y Boecio, entre otros. Ellos contribuyeron a la creación de los programas de estudios que se impartían en la corte de los emperadores francos, estableciendo los fundamentos para su desarrollo posterior, conformándose en un modelo que desde luego fue copiado por otras muchas cortes europeas, y también tuvo cierta influencia en las nacientes universidades.
[3] Claude Kappler, Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad
Media.
[4] José Luis García Lloret. La Escultura románica del Maestro de San Juan de la Peña.
Ver también: Por la Ruta Jacobea. El Monasterio de San Juan de la Peña. Historia y Simbolismo (Primera Parte)
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