El lenguaje evocador del Símbolo

La naturaleza evocadora del símbolo, y del lenguaje simbólico, es una forma de la anamnesis platónica, o sea de la memoria o del «recuerdo de sí», aquella experiencia que, en el ámbito de la iniciación al Conocimiento, despierta en el hombre esa otra facultad que le hace partícipe de su condición universal: la intuición intelectual. Es esta facultad supraindividual a la que alude Platón constantemente en su obra, y es la que nos permite obtener un conocimiento que no proviene únicamente a través de las impresiones sensoriales, que es lo que enseña por otro lado Aristóteles, que en este caso, como en tantos otros, hace una lectura “exotérica” de las enseñanzas de su maestro Platón. Siguiendo a este último, Frances A. Yates en su obra El Arte de la Memoria (cap. II) afirma que ese conocimiento sutil está latente en nuestra memoria y está constituido por:

Las formas o moldes de las Ideas, de aquellas realidades que conocía el alma antes de su descenso a este mundo inferior. El conocimiento verdadero consiste en adecuar las improntas de las impresiones sensoriales al molde o impronta de aquella otra realidad superior, de la que las cosas inferiores de aquí son reflejos.

En el Fedón Platón desarrolla el tema de que todos los objetos sensibles pueden ser referidos a ciertos tipos de los que son semejanzas. No es en esta vida donde hemos visto o aprendido los tipos, sino que los vimos antes de que nuestra vida comenzase, y está en nuestras memorias su conocimiento innato. El ejemplo dado sugiere referir nuestras percepciones sensoriales de objetos iguales a la Idea de Igualdad, que es innata en nosotros. En objetos iguales, tales como trozos iguales de madera, percibimos la igualdad, porque la Idea de la Igualdad ha sido impresa en nuestras memorias, su sello permanece latente en la cera de nuestra alma.

El conocimiento verdadero consiste en adecuar las improntas que provienen de las impresiones sensoriales a la impronta básica o sello de la Forma o Idea con la que se corresponden los objetos de los sentidos. En el Fedro [...] vuelve a desarrollar el tema de que el conocimiento de la verdad y del alma consiste en recordar, en la recordación de las Ideas, vistas una vez por todas las almas, y de las que todas las cosas terrestres no son más que copias confusas. Todo conocimiento y todo saber es el intento de recordar las realidades, de recoger en unidad, por sus correspondencias con las realidades, las numerosas percepciones de los sentidos. [Se dice en el Fedro, 249 e-250 d]:

“En las copias terrestres de la justicia y la templanza y de las otras ideas que tan preciosas son para las almas no hay luz alguna, sólo cierto fuego; acercándose las imágenes a través de los oscurecidos órganos del sentido, capta en ellas la naturaleza de lo que ellas imitan”Francisco Ariza

Atanasius Kircher. Ars Magna Lucis et Umbrae. 1671

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