6 de Agosto, una fecha significativa

El 6 de agosto se celebra la “transfiguración del Señor” sobre el monte Tabor y ante la "presencia" de tres de sus apóstoles: Pedro, Juan y Santiago el Mayor, estos dos últimos llamados Boanergés (“hijos del Trueno”). También ante Moisés y Elías, el que jamás murió, o sea que está perennemente vivo. 

Y por una de esas "coincidencias", o tal vez el destino, esta fecha es el día en que cayó la bomba atómica sobre Hiroshima, concretamente el 6 de agosto de 1945.

No pretendemos desde luego comparar una cosa y otra. Sin embargo, hay una cierta analogía en el hecho de que en ambos casos se trata de una “transformación” de la naturaleza humana: la primera, la transfiguración del Señor, es la transformación venida de la verdadera “iluminación interior”, la asunción en el seno del Padre, la identificación con la Unidad metafísica, que es el verdadero renacimiento espiritual.

La segunda “transformación” es todo lo contrario: es la "destrucción de la forma" sin más, no su sublimación y transfiguración. Es la caída en lo infrahumano, y en este sentido merece la pena recordar que esta “fecha” pertenece a los “días caniculares”, palabra que procede de can, perro, y más concretamente de aquél que guarda las “puertas del infierno”, el Can cerbero.

La luz “atómica” desintegradora que estalló en un momento, instantáneamente, en ese día canicular, es el reflejo más invertido y siniestro posible de la Luz del Espíritu, la que nos da la Vida y no la muerte irremediable.


Aquí es donde comienza “nuestra era”, con la “aparición” de fuerzas muy poderosas y destructivas “desencadenadas” por la desintegración del “interior” de la materia, de su “núcleo”. Inferiora terrae. Un “caja de Pandora” fue abierta, y el mundo desde entonces entró en un proceso de aceleración cada vez más veloz… ¿Hacia dónde? Francisco Ariza

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