CADMO Y LA SERPIENTE TELÚRICA. Mitos de la Grecia Arcaica. (Séptimo Episodio. Texto y Podcast)




Cadmo y la serpiente. Siglo IV a.C. Paestum. Musée du Louvre, París. 

Previamente al rito de fundación de Tebas, Cadmo tiene que acometer otro tipo de rito, común a todos los héroes que se entregan a la búsqueda de la inmortalidad olímpica, ya lo consigan o no, lo cual en nada desvirtúa ese “gesto”, o esa “gesta”, términos que incluyen la idea de “gestación” y de “nuevo nacimiento” aunque este, para muchos de ellos, se produzca en el plano intermediario, representado por las "Islas Afortunadas" -un espacio virtual del Alma Universal-, desde donde participan del orden del mundo en calidad de héroes divinizados.
En efecto, el héroe asume su condición humana en lo que esta tiene de “centralidad” y de “eje”, o sea de “salida” a otras posibilidades más universales y menos condicionadas. Pero, al mismo tiempo, y como la naturaleza humana es dual –como todo lo manifestado-, el héroe se rebela con valor contra los límites que esa misma condición le impone, y que abona el camino de ese otro “gesto” diametralmente opuesto al anterior que, lejos de liberarlo de esos condicionamientos, le hace reincidir constantemente en el error, como el asno que en su obcecación persigue sin parar la zanahoria que nunca alcanzará.
Hay dos maneras de desanudar el “lazo” que nos retiene y aprisiona en los estados inferiores del ser: cortándolo con la espada como hizo Alejandro Magno con el “nudo gordiano”, o bien armándose de paciencia siguiendo la máxima alquímica de “paciencia y perseverancia”. Aunque existe otra, que es como una combinación de ambas, e igualmente alquímica: festina lente, “haz lentamente lo urgente”. Pero “hazlo”, añadimos nosotros, y que no se quede en un simple deseo o aspiración, pues también es verdad esa expresión castiza que dice que “no hay dejar para mañana lo que puedas hacer hoy”.
Afirma el mito que Cadmo sirvió durante ocho años al dios de la guerra, Ares, aprendiendo sus artes guerreras, pero no sólo para luchar contra los enemigos externos, que esto va de suyo, sino sobre todo contra los enemigos internos (que son los más difíciles de vencer, quizá porque en tanto no se “separen”, alquímicamente hablando, el héroe y el traidor son una misma persona), situando esa lucha en el plano iniciático, de ahí el modelo ejemplar manifestado en la acción heroica.
La imagen que acompaña este comentario nos relata, entre otras significaciones, el momento en que Cadmo se enfrenta a su propio “enemigo interior”, personificado en el dragón o serpiente, la cual protege la colina donde el héroe debe fundar la ciudad de Tebas, según le profetizó en su momento el oráculo de Delfos. Esa serpiente era hija precisamente de Ares, o sea un verdadero y feroz “guardián del umbral”.
La escena representa, pues, el momento decisivo en que el ser humano, absolutamente solo consigo mismo y desnudo sin más prendas que su casco, su capa y una piedra en la mano derecha, está a punto de realizar su “muerte ritual”, y de esta manera “pasar” por el umbral que lo separa, y al mismo tiempo le propicia, el encuentro con su esposa Harmonía, hija de Ares, pero también de Afrodita-Venus.
Cadmo se esposa así con una diosa que personifica el orden sagrado e inmutable del cosmos, lo cual explicaría también el hecho de que la ciudad de Tebas se construyese con los sonidos armónicos salidos de la lira de Anfión, discípulo de Hermes, dios que está representado en la parte superior izquierda de la imagen, acompañado por Afrodita, un sátiro y el dios Pan, hijo de Dionisos. Francisco Ariza

Hermes-Mercurio y Anfión. Jean Vignaud.



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