EL NACIMIENTO DE DIONISOS. Mitos de la Grecia Arcaica (Quinto Episodio)
Dionisos naciendo
del muslo de Zeus. Crátera griega, siglo V a.C.
En el relato que explica el proceso de su
nacimiento se encuentra la clave para empezar a conocer la naturaleza de esta
deidad. Hijo de Zeus y de la humana Sémele (princesa tebana del linaje de Cadmo
y Harmonía), Dionisos todavía estaba en el vientre de su madre cuando esta es
abrasada por el fuego emanado del propio Zeus, el cual lo rescata atándolo a su
muslo, donde termina de gestarse. Dionisos es así un dios que “nace de la
muerte”, o sea que “resucita” de entre los muertos, convirtiéndose en el
paradigma de la iniciación a los misterios y del destino de toda vida humana
que busca su identidad y la comunión con el cosmos invisible a través del
Conocimiento.
El fuego que lo mata es también el que
lo salva, pues en verdad ese fuego es el “cuerpo de luz” de su padre olímpico,
quien al “sujetarlo” a su muslo-eje le otorga la condición “polar” necesaria
para superar la condición humana y terrestre de su naturaleza transmutándola en
un éxtasis imperecedero y perenne. Es el mismo proceso que sigue la uva cuando
se transforma en vino, símbolo del Conocimiento. La “locura” de Dionisos es una
inmersión en el “caos” virginal anterior a toda creación, y una puerta de
entrada a los misterios inefables de las “tinieblas más que luminosas” del
Espíritu.
Dionisos es un héroe-dios que nace de la
substancia de la tierra pero es modelado por el fuego y la luz intangible de
Zeus. Dios donde se concilian los opuestos, se ha comparado a Dionisos con Cristo (de hecho es de naturaleza humana y divina),
y asimismo con Hermes y su hijo Pan, el numen de los pastores que vive en las
grutas junto a las ninfas. Recordemos que en los misterios dionisíacos el vino (la
transmutación de la uva) tiene la misma significación que en la Eucaristía
cristiana: la naturaleza transubstanciada en la “sangre del Espíritu” y
partícipe por tanto de una genealogía no “nacida de la voluntad de la carne”.
Dionisos y sátiros danzando. Copa ática. Siglo V a.C. Biblioteca Nacional de Francia, París.
Dionisos (el Baco romano) es el dios de
la alegría, de la danza, de la música, del teatro, de la embriaguez y de todo exceso, furia
y frenesí encaminado a romper con los estrechos moldes de una mentalidad
“ahorrista” que pretende acabar con la irreductible libertad que anida en lo
más profundo del alma humana, que desde el momento en que se hace consciente de
la cárcel en que vive llama a gritos a su dios salvador, aquel que propicia el entusiasmo (literalmente: “tener a un
dios dentro”), o sea la divinización como un estado permanente del alma en
intimidad con el Misterio. Por eso uno de sus nombres es Libertador
–Eleuterios-, y a él estaban consagradas las fiestas primaverales de las
Liberalia entre los romanos o las Dionisíacas entre los griegos.
“Ven, héroe Dionisos” clamaban, y
claman, quienes se acercan a su cortejo de ménades y sátiros y comparten con
ellos la presencia del Dios. Dionisos irrumpe de pronto en tu vida y te
secuestra llevándote con él al refugio celeste donde moran las Musas. Francisco Ariza
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