Acerca de la Tetraktys Pitagórica, el Delta Luminoso y el Monocordio Universal

 

Pitágoras escribiendo mientras un discípulo le presenta una tablilla que muestra la representación de una lira sobre un dibujo de la sagrada Tetraktys. Fragmento de "La Escuela de Atenas", fresco de Rafael Sanzio. (Wikipedia).

 

A Pitágoras le debemos casi todo al enseñarnos que el Número es una de las formas de manifestación más sintéticas de las potencias divinas. El Número mismo es un dios, por eso el uno se identificaba con la Mónada, una de cuyas traducciones es “sin división”, siendo su representación geométrica un punto, que con el añadido de la circunferencia conforma el círculo, uno de los símbolos cósmicos más primordiales. La Mónada era el uno, la unidad, y al mismo tiempo la totalidad -el Cosmos-, de la que el uno es el origen. Como dicen los cabalistas del Sefer Yetsirah: “Más allá del uno, ¿qué puedes contar”. En efecto, más allá del uno está el cero, símbolo del No Ser metafísico, o sea lo Inefable, el Tao sin nombre.

De la Mónada surge la Díada, es decir el dos, la dualidad (representada por una línea recta). La Díada es un dios con otras cualidades distintas a la Mónada, pero no hay que olvidar que deriva de ella, o sea que es su reflejo, que se resuelve a sí mismo a través de un tercer término, el cual constituye una relación armónica entre el uno y el dos, o entre los extremos de esa línea recta. Nace así el tres, la Tríada, o el Ternario, cuya proyección geométrica es el Triángulo, siendo así el primer número que puede generar una forma, o sea un prototipo de la Creación. Y no solo eso, sino que a través de él se retorna a la Unidad, de ahí la idea de la Tri-unidad: el Ser como "tres en uno". En efecto, a través de la Tríada todo retorna a su principio. A propósito de esto nos dice Marsilio Ficino que:

“Los filósofos pitagóricos quisieron que el número tres fuese la medida de todas las cosas, y estimo por esta causa que con el número ternario Dios gobierna todas las cosas, y también las cosas por ese número se perfeccionan. De aquí las palabras de Virgilio: Dios se alegra con el número impar. Ciertamente aquel sumo autor primero crea todas las cosas, en segundo lugar a él las rapta, y en tercer lugar les da su perfección. Cada una de éstas fluye, cuando nacen, de esta perenne fuente, luego a ésta refluyen, cuando intentan alcanzar su origen, y por último se perfeccionan, después de que regresaron a su principio”.

Por eso se asocia el número tres con la Inteligencia, Binah, la tercera sefirah del Árbol de la Vida cabalístico, que junto con Hokmah y Kether, constituyen la tri-unidad de los principos ontológicos. Recordemos que la Tetraktys pitagórica tiene forma triangular, pero ella es el símbolo del Cuaternario (la Tétrada, a la que no debe confundirse con la Tríada), cuya letra en el alfabeto griego es la “delta”, también con forma triangular, y así se llama precisamente en la Masonería el símbolo más representativo del Gran Arquitecto del Universo: el “Delta Luminoso”, dentro del cual está contenido el Tetragramaton (YHVH), el Nombre divino en hebreo de cuatro letras, a veces sustituido por una Yod, la primera letra de dicho Nombre, y cuyo valor numérico es 10, el Denario. También se le sustituye por un "ojo" (el "ojo que todo lo ve" de la Providencia divina), cuya forma es muy parecida a la Yod.


El Tetragrámaton en el interior del Delta


Desarrollo del Tetragrámaton dentro del Delta siguiendo el modelo de la Tetraktys.

Cuadro masónico de Maestro donde aparecen el Delta con el ojo divino (izquierda) y con el Yod (derecha).

La Tetraktys está constituida por diez puntos, producto de la suma de los cuatro primeros números: 1+2+3+4=10. En este sentido, existe una clara correspondencia entre la Tetraktys y el círculo antes mencionado, pues al punto central hay que sumarle el nueve, que es el número que se corresponde con la circunferencia.[1]


La Tetraktys 

También el perímetro de la Tetraktys está compuesto por nueve puntos, que con el punto central suman 10. En verdad, la Tetraktys nos habla de las relaciones que existen entre la Unidad, el Cuaternario y el Denario, y no es de extrañar entonces que entre los pitagóricos la iniciación en la Tetraktys llevara al conocimiento de los misterios más profundos de la Cosmogonía.

Asimismo, la estructura numérico-geométrica de la Tetraktys está presente también en las proporciones musicales del monocordio (“una cuerda”), instrumento musical inventado por el propio Pitágoras cuando tuvo que adaptar la escala musical de los diferentes sonidos oídos en una herrería. La Tetraktys se convierte así en un modelo musical perfecto, razón por la cual ella también se ha tomado como un símbolo de la Música de las Esferas. Como decía en este sentido el filósofo y matemático Teón de Esmirna, los pitagóricos definen la música como la unión de cosas contrarias, o sea como la unidad dentro de la multiplicidad, o como la concordancia de las cosas discordantes.

Por todo ello, para los pitagóricos, el Cosmos no era otra cosa, en “principio”, que un sonido o verbo cuyas vibraciones armónicas llenan la totalidad del macrocosmos (simbolizado por el Monocordio Universal), que se reproduce en el microcosmos humano, pues la parte siempre imita al todo en el que está contenida. Ese sonido primordial es también un “gesto” nacido del Amor del Divino Arquitecto, que estableció el tiempo y el espacio para que toda esa realidad invisible se hiciera concreta y corpórea, completando así la Obra creacional.

“En el principio era el Verbo (...) Y el Verbo se hizo carne”. (Juan 1:1-25).

Francisco Ariza

Nota
[1] 
Esta correspondencia entre el círculo y la Tetraktys se hace aún más evidente cuando a aquel se le añade la cruz de cuatro brazos iguales.

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