El Misterio de la Semana Santa, o el Sacrificio del Héroe-Dios (Texto, Video y Podcast)

 

Icono de la Ascensión de Cristo

Todas las tradiciones tienen sus mitos fundadores y héroes ejemplares, que se celebran en fechas señaladas del año, coincidiendo muchas veces con el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera, o cercanos a ellos. La tradición cristiana, en cuya cultura hemos nacido la gran mayoría de nosotros, tiene dos fechas muy señaladas relacionadas con esos mitos fundacionales: la Navidad (nacimiento del héroe que coincide con la fecha de otros héroes-dioses, como Mitra) y la Semana Santa, durante la cual el héroe fundador es aclamado como “salvador” al entrar en la ciudad sagrada, o ciudad santa, en este caso Jerusalén, y subido en un asno, animal representativo de las energías inferiores, queriendo ejemplificar con ello la victoria definitiva de la luz sobre las tinieblas.

Su entrada en la ciudad santa coincide con el domingo, el día del Sol, y es recibido con ramos de palmera y de olivo, árboles relacionados con la regeneración espiritual y la luz de la Sabiduría. Esa entrada victoriosa es como un anticipo de su entrada en el Cielo de los Bienaventurados, acogido en el seno el Padre. Posteriormente se celebran los misterios de la Eucaristía (el rito central del Cristianismo), la comunión con el Santo Espíritu mediante la transubstanciación, o sea la espiritualización del cuerpo y la sangre, que constituye una verdadera sublimación alquímica, y otro anticipo de la “intensa divinización” (apoteosis) del héroe convertido en dios: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo (…) Tomad y bebed, esto es mi sangre".

Para que todo esto sea cumplido, y real, el héroe ejemplar, el modelo vivo del “Hijo del hombre”, ha de ser “fijado” en su propia cruz y asumir los “errores” del mundo para que a través de Él también estos sean sublimados. El acto de traición de Judas Iscariote tras la Eucaristía anuncia el compromiso y aceptación de ese cumplimiento trágico: “lo que has de hacer hazlo pronto”. Comienza la Pasión y el martirio del héroe-dios. El tiempo se consume, se está cumpliendo, en el sentido de conclusión, que también tiene un significado de culminación cíclica, pues el eje de la cruz está en lo más alto del Calvario, del monte Gólgota, que significa “lugar del cráneo”, en referencia al cráneo de Adán, el primer hombre, el cual se hace presente a través de Cristo, que en un momento dado, y después de haber resucitado, aparece ante María Magdalena como un jardinero, u hortelano, que es lo que era Adán cultivando el Jardín edénico. En ese momento Cristo “está” en el Paraíso terrestre (conforme a lo que le había dicho al "buen ladrón" en la cruz: que ambos estarían esa tarde en el Paraíso), reconociendo así el lugar central del ser humano en la Creación, pero también advierte que se trata de un estado pasajero, y que por tanto hay que continuar el camino ascendente hacia el Paraíso Celeste, de ahí las palabras que el héroe divinizado dirige a María Magdalena: "Noli me tangere" (Juan 20: 17), o sea “No me toques”, también traducido como “No me retengas”.

La piedra de la cámara sepulcral es semejante a la “clave de bóveda” arquitectónica. Es evidente la analogía entre dicha cámara (que desde luego tiene connotaciones con la "Cámara del Medio" masónica) y la propia “caverna iniciática”, que es también la “caverna cósmica”. Por eso la piedra que guarda el cuerpo de Cristo es removida por el ángel para que aquel pueda “salir” del sepulcro-cosmos, y abandonando su forma corporal y psíquica ir a visitar a sus discípulos antes de ascender definitivamente al Padre, al Dios Oculto, o al Dios Ocioso, que precisamente por eso, abandonó al “Hijo del hombre” en la hora más fatídica, dejándolo en la más absoluta soledad, “solo con el Sí Mismo”. En la Unidad no hay otredad posible, y el misterio de la Semana Santa es la superación de la individualidad (de la “segunda muerte”) seguida del “tercer nacimiento” espiritual, que eso es la verdadera resurrección, de naturaleza polar y metafísica. De ahí las palabras de Lucas (24: 1-6): “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” 

El héroe solar se autosacrifica en la sumidad del eje del mundo, en un lugar que “No Es”. Y si “no es”, puede ser todo y no ser nada al mismo tiempo. A esto se le llama la Suprema Identidad en ciertas tradiciones. Francisco Ariza


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