"EL TEMPLO DE SALOMÓN y DIOS ARQUITECTO" (Reseña en SYMBOLOS Nº 11-12)
EL TEMPLO DE SALOMON. Comentarios a la profecía de Ezequiel según Juan Bautista Villalpando. 554 págs.
EL TEMPLO DE SALOMON, según Jerónimo de Prado. 136 págs.
DIOS ARQUITECTO. Juan Antonio Ramírez,
René Taylor, André Corboz, Robert Jan van Pelt, Antonio Martínez Ripoll. 370
págs. Ed. Siruela, Madrid, 1991.
Planta del Templo de Salomón según J. B. Villalpando
Tenemos ante nosotros una obra verdaderamente monumental, tanto por las dimensiones de la misma, como por el tema en ella tratado, nada menos que el Templo de Salomón visto a través de los escritos y diseños realizados por los jesuitas españoles J. B. Villalpando y J. de Prado (ambos, pero sobre todo el primero, estrechamente ligados a Juan de Herrera, el arquitecto de Felipe II y constructor de El Escorial), de los que se editan los facsímiles de esos escritos y diseños, los cuales representan dos de los tres gruesos volúmenes que componen el conjunto de la obra.
Sin embargo, el tercer volumen, llamado
"Dios Arquitecto" (que es el que más bien comentamos) está compuesto
por una serie de estudios de diversos autores que amplían la perspectiva al
insertar la labor de los dos jesuitas dentro de la corriente arquitectónica
europea que durante el Renacimiento continuó conservando al Templo de Salomón,
o de Jerusalén, como su prototipo o modelo, el que precisamente los
constructores medievales supieron plasmar perfectamente en sus edificaciones.
Pero, como afirman algunos de los autores de este volumen, ese modelo no es
repetido siempre conforme al original, sino que es mas bien la "Idea"
que inspiró dicho Templo, revelada directamente por Dios, el Gran Arquitecto,
la que se reproduce y desarrolla ampliamente en la arquitectura de Occidente,
llegando incluso, aunque ya en forma fragmentaria, hasta el mismo siglo XVIII.
Esa "Idea" no es otra que la Ciudad Celeste, un conjunto de imágenes
arquetípicas y verticales que al expresarse en el discurso histórico y
horizontal, han organizado la vida y la cultura, esto es, el ser, de los
hombres y las civilizaciones tradicionales de cualquier edad y lugar, en este
caso bajo la forma adoptada por la tradición cristiana. El Templo de Salomón se
toma como referencia en el tiempo de una realidad eterna y siempre presente, y
es por eso que en la elaboración de los planos de los arquitectos medievales y
renacentistas intervinieron de manera decisiva las visiones de la Jerusalén
Celeste descritas por el profeta Ezequiel y por San Juan en el Apocalipsis, que
se sumaron, por así decir, a la estructura del Templo salomónico, el que a su
vez ocupó la función que desempeñaba el tabernáculo "móvil" del
pueblo de Israel antes de sedentarizarse y conformar un reino.
A todo esto no
es desde luego ajena la arquitectura islámica, pues la llamada Cúpula de la
Roca (construida por los árabes en el siglo VII), que se encuentra actualmente
en la explanada donde estuvo el Templo de Salomón, fue durante mucho tiempo
considerada como un sustituto de aquél (a la entrada de la misma figuraba
antiguamente una inscripción que decía "Templum Salomonis"), si bien
su forma octogonal rematada por una cúpula esférica no guarda relación aparente
con el mismo, lo cual demuestra que lo que realmente interesaba era lo que
dicha construcción expresaba en el orden de una geometría esencialmente
sagrada. Añadiremos, además, que la Cúpula de la Roca fue la Casa-Madre de la
Orden del Temple cuando ésta custodió los Santos Lugares, y su forma octogonal
se reprodujo en casi todas las iglesias construídas por dicha Orden a lo largo
y ancho de toda Europa, incorporándose ya de manera definitiva en el diseño de
la arquitectura occidental. Todo esto está perfectamente corroborado por los
numerosos planos reproducidos en la obra, muchos de ellos de un valor
inestimable, por cuanto constituyen un testimonio, elaborado a lo largo de los
siglos, de cómo todas esas imágenes arquetípicas hicieron posible la traslación
a la tierra de la Ciudad Celeste.
En este sentido hemos de destacar los estudios de René
Taylor y André Corboz, especialmente el primero de ellos desde el punto de
vista que más nos interesa, pues trata acerca del simbolismo del Templo, y de
cómo éste constituye un reflejo de la Harmoniae Mundi. De este autor es
particularmente interesante el capítulo titulado "Armonía
Pitagórica", donde se centra en la influencia que sobre Villalpando y
Prado tuvieron las concepciones pitagóricas sobre los números y las
proporciones musicales, reveladas mediante la geometría y la arquitectura,
desarrolladas por los maestros herméticos del Renacimiento, Ficino, Francesco
Giorgi, y posteriormente Fludd, etc. Asimismo que esa Harmoniae se
encuentra impresa en las medidas y estructura del cuerpo humano, es decir en el
microcosmos.
"El punto de partida del padre Villalpando, dice R. Taylor,
es que el Templo fue el perfecto microcosmos, plasmado por la inteligencia
divina... Las harmoniae de Villalpando implicaban la existencia de un
enlace (analogía) entre la música y los cuerpos celestiales. Como el Templo es
un microcosmos de la creación de Dios, necesita incorporar dentro de sí la
armonía universal, según se ve reflejada en los movimientos de los planetas
errantes y las estrellas fijas".
En fin, sólo hemos de objetar que en esta obra tan
exhaustiva, y profunda no haya ningún estudio sobre el simbolismo de la logia
masónica, que está hecha precisamente a imagen del Templo salomónico, según
consta reiteradamente en la mitología, simbólica y ritual de la Orden masónica,
la cual es, al fin y al cabo, la heredera aún viva de la "Idea" que
hace posible la Armonía Universal.
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